jueves, 24 de marzo de 2011

Críticas periodísticas

Críticas periodísticas de “Hamutay” de Laura Roatta

Unos pasos adelante
En Hamutay, los dueños de casa –con dirección de Laura Roatta– parten de la mirada de los pueblos originarios sobre los cuatro elementos, prevaleciendo siempre su carácter ritual. Y aunque esta es una propuesta ciento por ciento de danza contemporánea, el tránsito previo de esta compañía ha fogueado a sus miembros en cuestiones más cercanas a lo teatral que bien saben explotar. Como nota destacable, además de una técnica admirable y un lenguaje coreográfico cada vez más personal, hay que recordar que esta compañía viene ahondando en la búsqueda de una expresión con fuerte identidad argentina y latinoamericana.

Revista Llegás / Lucho Bordegaray

 
Exelente espectáculo
de danza

El público colmó la sala del Teatro D´Annunzio para presenciar una expresión artística que en escasas ocasiones puede verse en la región: la Compañía Nacional de Danza Contemporánea. El grupo de bailarines, dependientes de la Secretaría de Cultura de Presidencia de la Nación Argentina, puso sobre el escenario "Con(fé)fía)", de Luciana Benosilio y "Hamutay", de Laura Roatta. 
El espectáculo cubrió plenamente las expectativas de los presentes, que despidieron con vivas y un sostenido aplauso al elenco artístico dirigido por Bettina Quintá, Victoria Hidalgo y Ernesto Chacón Oribe.
"Hamutay"
La obra que pudieron observar los rosenses, trata de símbolos y dioses, que más allá del tiempo y del espacio, configuran un universo de creencias donde conviven lo sagrado y lo profano. Representan, a través de la abstracción de rituales pertenecientes a la cosmovisión de los pueblos originarios, la adoración a los 4 elementos: agua, tierra, fuego y aire.
Ceremonias iniciáticas, como la de la pubertad femenina, donde la niña –mujer es purificada por medio del agua, en una representación de los ciclos de la vida; la adoración a la madre tierra que es a un mismo tiempo la fecundidad, el origen y a donde la vida regresa cuando concluye; el fuego como símbolo de dualidad cielo-tierra, hombre- mujer y el viento portador de los sueños y los pensamientos.
Es a través de estos  rituales, que  el hombre tiende a humanizar con un toque místico, la desacralización de la vida, que avanza implacable
Las Rosas Digital.

Críticas periodísticas de “La que sepamos todos (Oda a nosotros mismos) de Rakhal Herrero”

Todos deberíamos saberla
¿Por qué Rakhal Herrero, un artista cordobés multifacético, es capaz de superar, aunque desde la adhesión más fervorosa, las modas de la porteña escena off (off ya es imposible de delimitar)? 
El último estreno de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea (ex Cultura Nación, hoy sin nombre propio); con dirección de Herrero, demuestra que si bien él cuenta con más de un elemento que se reitera en muchas de las obras contemporáneas, su forma de conjugar estos signos (símbolos, íconos, blasfemias y tonteras dolorosas o jocosas de la época) es brillante. Herrero hace de una pieza que podría ser una de tantas, una diadema, joven, muy joven, pero que sabe calar profundo en los estados que se propone surcar. Que no son todos. No intenta la grandilocuencia.
En La que sepamos todos Herrero y diez de los mejores bailarines actuales -en promedio, 30 años- se echan encima varios mitos argentinos, o sobre la argentinidad, o sobre lo que se supone que somos los argentinos. Y se los echan encima haciéndose cargo de los escrúpulos y de los lugares comunes, a veces simplemente exponiéndolos, otras riéndose de ellos. Pero evidencian un respeto, tanto sentimiento, que es clave para que no se vuelva una enumeración más de las famosas postas del buen y mal argentino. No les da lo mismo, no les parece banal, no les resulta un medio para hacerse notar ni para jactarse de sus habilidades; recorren su propia historia para hacer aparecer la Historia. Allí están las horas de disciplina física, las gansadas y la violencia, el machismo y la histeria, la fortaleza, la debilidad, la amistad, la arrogancia, la democracia desequilibrada, la alegría.
Herrero y su troup de la compañía oficial, se hicieron cargo de una de las teorías críticas del fin del modernismo, que ya circula fuera de su primer ámbito como han sido las artes visuales multimediales. Se trata de la postproducción, que responde a la pregunta que cambió el paradigma de la "originalidad" o novedad en el arte: hoy el creador mira a su alrededor y busca qué puede hacer con todo lo que hay, en vez de anhelar la inspiración original, inaudita. Así, los creadores contemporáneos que "postproducen", son parte de un movimiento infinito entre pieza y pieza, entre las que se trazan caminos personales, siendo los novedosos esos trazos, esas maneras de entrelazar lo ya concebido en el mundo de la cultura. La biogeografía, los primeros años de existencia, las visiones desde la primera esfera social, son imprescindibles ahora para el creador. Las relaciones que se entablan, las nociones que se tienen del globo más allá de la kinesfera, las percepciones que se logran ampliar desde el yo hacia el/lo otro, todo se vuelve más y más importante para entrar en el mundo de las relaciones globalizadas y "postproducir". No se trata de copiar imágenes de imágenes espasmódicamente, sino de liberar al arte de los discursos omnipotentes, omnipresentes, cosificantes.
Así en La que sepamos todos se suceden escenas vertiginosas. Lo primero es develar el misterio del teatro y la representación. Luego llegarán hombres caballos, westerns y José Larralde entrelazados, luchas eternas entre la violencia masculina y la violencia masculina, muchas secuencias de danza grupal que llenan el espacio como olas, competencias e histerias que no le hacen mal a nadie aunque tengan mala prensa entre los intelectuales. Y hasta el exitismo de un Maradona de ficción, desde uno de los más famosos cuarteteros cordobeses en los '90. Todo regado con una mirada por momentos triste, otros irónica. La esperanza, sin dudas, es la amistad


Alternativa teatral  /  Ale Cosín

Contar alguna historia: la nuestra
¿Qué posibilidad hay de que haya “una” que sepamos todos? ¿una qué? ¿una danza? ¿Qué es lo que abarca el “todos”? ¿cuál es su alcance?
Es evidente que los responsables de esta propuesta, recorren un camino diverso y sinuoso para llegar siempre a buen puerto.
Empiezan, con el principio, con el de las mañanas del colegio: Aurora, mientras una fuerza incontrolable/ incontrolada los empuja hacia atrás ¿metáfora, tal vez?
Se irán por el campo, y algunos devendrán animales para que otra se transforme en jinete, claro que la relación de poder es discutible, en fin.
“Bailarán” casi, casi un recitado. Demostrarán que conocen las reglas de la simetría y de la simultaneidad y también de sus contrarios.
Danzarán sin música, reenviarán sus movimientos a otros movimientos de otras escuelas, de otros paradigmas, construirán intertexto.
Arremeten con los mitos, desde los inmemoriales como el machismo hasta las nuevas creaciones (aunque no lleguen a la categoría) del desodorante Axe y su influencia irresistible entre las féminas.
Jugarán con la música, a colocarla siempre en un lugar inesperado.
No ocultarán ni la sed, ni el cansancio. Los que bailan no son seres alados, sino personas que se transpiran, se aburren, se apartan, se sientan, se cambian...
Hacia el final iniciarán una serie de movimientos acompasados y coordinados, durante un rato y luego sumarán música ¿cuál? ¿una que sabemos todos? ¡quién sabe!
Con un juego fuerte de tensiones: silencios, expectativas, explosiones, movimientos acelerados y hasta chistes malos, micrófono mediante, construirán un muestrario de la identidad nacional.
Excelentes bailarines para contar, también, alguna historia: la nuestra.

Crítica teatral / Mónica Berman


La que sepamos todos (Oda a nosotros mismos), de Rakhal Herrero, por la Compañía Nacional de Danza Contemporánea

Así como en ronda de amigos nunca falta quien le diga al guitarrero que toque “una que sepamos todos” para que nadie quede fuera del canto, aquí Rakhal Herrero le propone a la Compañía Nacional de Danza Contemporánea interpretar “la que sepamos todos”. Pequeña diferencia: no es alguna entre otras tantas posibles, sino una sola, precisa, puntual. Pero no dice “la que sabemos todos”, como si tuviera certeza de antemano acerca de cuál es esa; no, dice “la que sepamos todos”, o sea, hay que buscarla. O mejor, hay que construirla. Y nos encontraremos (la historia argentina es prolífica en ejemplos) con que la que sepamos todos no será del gusto de todos, porque lo que sabemos todos no nos identifica, no nos deja a todos del mismo lado, sino que nos confronta. Como que si lo que supiéramos todos fuera la puja, la lucha, la convivencia complicada.
Somos como esa nave con la que Herrero abre esta pieza admirable: una nave que avanza unida hacia donde deciden quienes están en proa, los mismos que a la hora de la defección aplastan a los de popa para que el agua no los tape, mientras se oyen –¿como canto de sirenas?– acordes de Aurora, aquella canción patria que gastamos en la escuela y que le da nombre al actual rejunte de la intelectualidad reaccionaria. Pero también somos confrontación en asuntos más pequeños, como en el dominio ensayado sobre los animales del campo (si es que no se trata de la peonada reducida a cuadrúpedos), en el acoso del macho que resiste cualquier negativa y hasta ignora la humillación que padece para seguir mostrándose superior, o en el frenético aporte social a la construcción de mitos que nosotros mismos luego hacemos devenir en ansia de destrucción.
Qué potente es este espejo que nos ponen delante Rakhal Herrero y la Compañía Nacional de Danza Contemporánea. Qué fuerte el compromiso no sólo físico, sino también emocional y actoral y político de ese cuerpo. Y qué oportuno que esta compañía siga apostando a generar espectáculos de danza que no se limitan a despertar en nosotros admiración por lo bello y lo virtuoso, dándole a la danza la posibilidad de ser claro y evidente vehículo ideológico, sin que ello signifique desmedro alguno en su calidad estética. Qué fórmula poderosa es esta en la que convergen un creador audaz y un equipo profesional a la altura de sus exigencias. Y hay que decir que esa convergencia es fruto de que ese equipo –que siempre se propone más– se entrega como materia disponible al duro desafío no sólo de otra mirada, sino también de aceptar otros lenguajes y desarrollar nuevas herramientas.
Nada menor es el aporte sonoro, diseñado por el mismo director y con música original de Gastón Taylor. Sonidos variados y una selección musical ecléctica que nos pasea por esa ensalada que va desde el folclore hasta el cuarteto, desde el tango hasta el rock nacional.
Actualmente, la Compañía Nacional de Danza Contemporánea está formada por Daniel Payero, Diego Franco, Juan Cid, Luciana Benosilio, Pablo Fermani, Victoria Viberti, Virginia López, Bettina Quintá, Ernesto Chacón Oribe y Victoria Hidalgo, siendo estos tres últimos los directores. Es decir, a Bettina, Ernesto y Victoria hay que pedirles que hagan más funciones, en otros días, en otros espacios, que es el Año del Bicentenario y sin dudas su trabajo sobre nosotros mismos es esencial como aporte desde la danza para celebrar y reflexionar.
Y hablando de reflexionar, tres ideas (absolutamente irreflexivas, pero que me invitaron a pensar) que se me aparecieron apenas terminada la función.
1) Recordé que la resolución 125 no fue la madre de todos nuestros males, que “ella” no inventó el conflicto al imponer retenciones móviles a “el campo”, que Moreno y Saavedra, que Lavalle y Rosas, que chupandinos y pandilleros, autonomistas y radicales, yrigoyenistas y antipersonalistas, peronistas y antiperonistas, Montoneros y Triple A, pueblo y Proceso de Reorganización Nacional. Sí, somos eso todavía. Estamos viendo día a día esa lucha que algunos quieren pasteurizar con eslóganes que llaman a la serenidad mientras urden exclusión y represión.
2) Recordé a Gustavo Cordera, ese lucrador de baratas consignas seudo rupturistas, y lo imaginé vendiendo su imagen de presunto pensador de la realidad nacional mientras cantaba La argentinidad al palo, esa canción hueca que se instaló como comprometida que, a la vez, sigue siendo celebrada por esos seguidores a quienes la Bersuit colma, más que sus gustos musicales, sus conciencias, pues les permiten reconocerse en la débil ética de un tipo que se disfraza delante de sus ojos de denunciante social mientras posa para Caras en la 4x4 sobre las arenas de Punta del Este.
3) Mientras algunos siguen encumbrando la obra de Mauricio Wainrot –pese a que no sale de su esteticismo mudo–, no encuentra techo el fruto del trabajo de las y los artistas que él descartó del Ballet Contemporáneo del San Martín. Y pensando en
el conflicto que derivó en la no renovación de contratos, ¿cómo pretender que no haya confrontación, esa misma que en esta obra han sabido reflejar?
Sé que he escrito con un entusiasmo poco habitual. Pero poco habitual es la propuesta de La que sepamos todos (oda a nosotros mismos), riquísima en valores artísticos y también políticos.
Montaje decadente / Lucho Bordegaray


Por una nueva y arriesgada senda

Si así, con esta apuesta, la Compañía Nacional de Danza Contemporánea (antes llamada Cultura Nación) decidió dar inicio a su temporada 2010, bien podría uno creer (y celebrar) que, más allá de la obra de un joven coreógrafo, lo que se vio el miércoles último en la ex Biblioteca Nacional es un nuevo punto de partida para el elenco oficial. Por varias razones: porque el grupo creció en número, se renovó y, aunque salieron dos integrantes valiosos (Wanda Ramírez y Jack Syzard), se sumaron otros con cualidades bien diferenciadas (como Diego Franco, expresivo de los pies a la pelada, un intérprete que viene marcando su huella en la escena independiente); porque, asimismo, la compañía se reorganizó internamente, con una dirección colegiada, un staff de maestros y algunas pautas más habituales para un elenco profesional; porque tras un año de programas mixtos y pequeñas obras dadas con reiteración, se decidió dedicar la función a una única pieza, con carácter de estreno, para la cual recorrieron casi diez meses de trabajo por vías muy distintas a las que venía transitando; porque, finalmente, se animaron a ampliar el espacio escénico a un área mayor de la sala, integrando a la sobria propuesta escenográfica el propio edificio (magnífico edificio, que como sala de espectáculos sigue adeudando unas gradas para tener completa visión); porque el público, aun con el carácter "alternativo" de La que sepamos todos... , dio con su aplauso crédito al riesgo, a los nuevos lenguajes. Podrían señalarse otras razones, pero mejor será ver si es en esta senda más arriesgada, fresca, curiosa, que la compañía continúa el año o si todo lo anterior es una prematura interpretación.
Agridulce y provocadora
Rakhal Herrero (bailarín y actor, coreógrafo y director), el cordobés sub-30 en cuestión, lleva menos de tres años mostrando lo suyo en la escena porteña, tiempo suficiente para evidenciar sus inquietudes y búsquedas, su forma de entender la danza. Por eso la obra que creó para la Compañía Nacional, como sus trabajos anteriores, tiene sabor agridulce, contrastes, chispas pop y esa clase de humor desprejuiciado que hace recordar cuán influenciada está esta generación por Carlos Casella.
La que sepamos todos (oda a nosotros mismos) es una mirada (que no es otra que nuestra mirada) sobre nosotros mismos, desde diferentes perspectivas y todo en simultáneo", dice Herrero en el programa de mano. La frase es suficiente para presentar ese laberinto de emociones llamado obra y dejarse sucumbir por los distintos momentos-estados de ese todo junto, a veces un poco revuelto y otras algo estirado, que en la mayoría de los casos viene lleno de sorpresa y cierta fascinación.
La autorreferencia múltiple (argentino, bailarín, hombre/mujer) está ahí, en el centro de la escena, y en las calles, donde los bailarines descansan, toman agua, se visten y desvisten, a la vista. Cuando despunta la banda de sonido con una versión aletargada de Aurora , cuando Chacón Oribe insiste al micrófono con chistes del estilo "Yo quería paz y Maximiliano, Guerra", cuando una escena viene con payada y la siguiente a caballo, cuando un pas de quatre de cuatro tipos en cuatro patas marca la diferencia con el del célebre Lago? ; siempre, todo el tiempo, hay una que sabemos todos, pero ninguna obviedad. Hay más pasos de ballet en un cuadro de acoso sexual y verbal (Pablo Fermani se las tiene que ver con ese texto que, si amaga a la gracia barrial, enseguida es vulgar y lascivo) que merece una advertencia; hay un momento cachondo alla publicidad de desodorante masculino afloja tensiones. Y hay un final de coreografías grupales, en loop, que crece hasta desencajarse.
El que no apuesta no gana. Con esta obra, la Compañía Nacional apostó.

La Nación / Constanza Bertolini

Contenido social y baile
El primer programa del año de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea -organismo que depende de la Secretaría de Cultura de La Nación- consiste en una única obra creada por el artista cordobés Rakhal Herrero. El conjunto nació en 2009 a partir de un grupo de bailarines contemporáneos de muy sólida formación y trayectoria profesional.
La dirección de la Compañía se constituyó en aquel momento inicial como una dirección colectiva, pero ahora se ha concentrado en tres de los miembros fundadores: Ernesto Chacón Oribe, Bettina Quintá y Victoria Hidalgo. Los objetivos que se planteó la flamante compañía tuvieron siempre un contenido social: no bailar exclusivamente en teatros y para una cantidad limitada de gente, sino también en cárceles, hospitales, fábricas recuperadas, villas. Al poco tiempo de creada, la Compañía Nacional de Danza Contemporánea hizo funciones a beneficio de la ciudad de Tartagal, en aquel momento afectada por las inundaciones.
En este proyecto 2010 la Compañía buscaba algo diferente al repertorio y los procesos que venían haciendo y lo encontraron. Fundamentalmente porque el desarrollo del tiempo de ensayos fue mucho más largo que cualquier proceso de montaje promedio para una compañía oficial. En total, diez meses de trabajo.
"El tiempo -dicen- permitió profundizar en el material, adentrarse en lugares más ocultos. La obra fue madurando, se descartó lo excedente, se encontró síntesis; la obra llegó hasta nosotros y no al revés".
Desde la perspectiva de Rkhal Herrero, La que sepamos todos... "es una mirada (que no es otra que nuestra mirada) sobre nosotros mismos, desde diferentes perspectivas y todo en simultáneo". Agrega: "Es una exposición de lo propio (en general y en particular), nuestra música, nuestros gustos y disgustos musicales, lo argentino, las particularidades de los bailarines, lo patrio, ciertos gestos individuales, ciertos signos nacionales, el macho, la hembra, algunas virtudes, algunas debilidades, lo obsceno y lo sublime... Una mirada sobre diferentes aspectos 'nuestros', conviviendo articulados en una pieza, que no es más ni menos que su proceso. Un proceso paciente y laberíntico, de dedicación, desesperanza y fascinación. Con cambios de rumbo y de bailarines, con cambios superfluos y esenciales. Un proceso rudo, profundo y revelador. Nuestro proceso".
La que sepamos todos... es una obra para nueve bailarines con música original de Gastón Taylor, música "prestada" de Diego Vainer y diseño sonoro del propio Rakhal Herrero. Estrenan este miércoles y continuarán todos los miércoles subsiguientes hasta el 9 de junio, siempre a las 20.30, en la sede de la Dirección Nacional de Música
Clarín / Laura Falcoff

El cuerpo y sus nuevas formas
¿Es posible un equilibrio entre perspectivas contemporáneas, originales, atrevidas, y el viejo oficio de moverse con un manejo diferencial del cuerpo, la mente y el corazón? Sí. Así lo demuestra La que sepamos todos, de Rakhal Herrero, con la Compañía Nacional de Danza Contemporánea, en el Centro Nacional de la Música: una brillante revisión de cuestiones urgentes, como la idea de “patria” y las relaciones de poder entre hombres y mujeres, sin escaparle a las emociones pero sin mojigaterías.
Perfil / Analía Melgar

Una que bailemos todos
La independencia llegó a la Compañía Nacional de Danza Contemporánea
Una iniciativa de la Secretaría de Cultura de la Nación dio como resultado la creación de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea, un conjunto con características muy poco habituales: tanto el consejo de dirección colegiada como el elenco están integrados por intérpretes provenientes íntegramente de la escena independiente.
Inauguraron su año de trabajo con el primer programa 2010 y La que sepamos todos (oda a nosotros mismos) de Rakhal Herrero.
Este excelente puestista ya nos había sorprendido o deslumbrado en Pathos, con su poética neobarroca de caos nada desordenado. Parece que encontró su propia fórmula, o más bien, su propia alquimia, y la puso a funcionar de nuevo. En La que sepamos todos los intérpretes desovillan una mesuradísima vorágine de acciones en una gramática de acumulación; se emplazan en una escena sobrecargada de signos: no es menor la decisión de que la pieza suceda en la ex sala de lectura de la antigua Biblioteca Nacional.
Un escenario abierto, completamente despojado, con luz fría, como de cine, y algunas sillas distribuidas en la periferia. Al ingresar los espectadores, los intérpretes están allí, conversando, moviéndose, en una escena de instantánea cotidiana. Cuando termina de acomodarse la audiencia, ellos se retiran, dejan el escenario vacío y blackout. Luego de unos segundos (bastantes) vuelven a entrar. Sin dudas, esto garantiza desde el comienzo la perspectiva de que no vamos a estar frente a otra pieza más de danza contemporánea.
Y así sucede. Esa gramática de acumulación de la que hablábamos pone en juego una cantidad de situaciones que podrían ser autónomas y tendrían sentido igual: una piropeada grosera a varias chicas por parte de uno de los varones, con su consecuente desquite por parte de las chicas; una escena de típica histeria femenina ante la aparición de un ídolo de desodorante en spray; un humorista al estilo stand-up norteamericano que hace bromas pesadas con los nombres de sus compañeros de elenco y un obsecuente del humorista; etcétera. Todo en clave de resolución escénica en estructuras coreográficas, para dúos, tríos y conjunto.
Y en el medio de ese espléndido término alto de calidad de ejecución y de apropiación y despliegue de los materiales irrumpe un tutti. Súbitamente, se hace presente una frase coreográfica, que se propone fragmentariamente y que recoge los materiales propuestos desde el principio. La frase, en cierto momento, proporciona una plataforma adoptada por un número no específico de bailarines. A medida que la frase continúa desarrollándose, los bailarines, por momentos, se separan de ella para realizar secuencias de movimientos alternativas y volver a adoptar la frase en su elaboración original, no en la anterior. Incluso si todos los bailarines se apartaran de la frase al mismo tiempo para realizar su propio movimiento, necesariamente rastrean la frase a medida que se desarrolla virtualmente, de manera de poder reunirse en el lugar apropiado. Una maravillita de la ingeniería coreográfica.
No es menor que para la creación de todo esto, Herrero contó con la colaboración activa del elenco. Como tampoco es menor que el propio Herrero es el diseñador de sonido, ni que el vestuario de Valeria Cook y la iluminación y escenografía (poquísima y acertadísima), de Agnese Lozupone.
Una espléndida pieza. Una gratísima sorpresa de la escena oficial. Una prueba de la conquista de los profesionales independientes. Y gratis. Las localidades se entregan por orden de llegada y se agotan.

Página 12 / Pacha Brandolino

¿Nos vemos en el teatro?
 (Fragmento de la nota)
Algo poco frecuente es el actual programa de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea que, dirigida en esta ocasión por Rakhal Herrero, interpreta La que sepamos todos (oda a nosotros mismos), un espectáculo excelente en el que la idiosincrasia argentina sostiene el relato desde el cuerpo de las y los intérpretes, quienes vuelven a exponer su compromiso no sólo artístico, sino con la búsqueda de una danza contemporánea de clara raigambre nacional. En México 564, los martes a las 20:30. Las entradas se retiran desde una hora antes (son gratuitas).
Revista Llegás / Lucho Bordegaray

La escena iberoamericana (Fragmento de la nota)
Argentina. A telón abierto
Es que son estos artistas -y muchos otros, entre los que están Pablo Rotemberg, Diana Theocharidis, Brenda Angiel, Edgardo Mercado, Mayra Bonard y Margarita Bali, por citar sólo algunos- los que se consolidan como empedernidos buscadores de nuevos lenguajes, nuevas miradas sobre el cuerpo en movimiento. Así, con esa energía se afianza la Compañía Nacional de Danza Contemporánea en su segunda temporada, sostenida en la calidad de las producciones; basta haber visto La que sepamos todos, del cordobés Rakhal Herrero
La Nación / Carlos Pacheco

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